domingo, noviembre 27, 2011

Extranjera...

Una cosa en sentirse en casa y otra muy, muy diferente es estar en casa. Nunca quise ver la diferencia, pero esta semana dos hechos altamente desagradables me han obligado a enfrentar esa realidad: este no es mi país, no pertenezco a este lugar.

Dejo en claro, por supuesto, que las dos personas involucradas en estos hechos son personajes de esos que uno llamaría "bajos" en la cadena alimenticia, los eslabones menos favorecidos, pues. De este modo, no reprocho a la sociedad argentina en general, sino a estos sujetos que tienen una visión bastante limitada de lo que es el mundo. 

No usaré la palabra "globalizado" porque es muy probable que 
ni siquiera forme parte de su vocabulario.

El primero, taxista de madrugada, de esos que trabajan toda la noche transportando a quienes nos hemos divertido largas horas. A la hora de pagarle Ar$ 30 con 20 centavos, sacar las monedas me tomó más tiempo del que él hubiera deseado, seguramente porque está acostumbrado a llevarlas en el bolsillo, pero yo uso un monedero. Acto seguido me dice: "Si yo estuviera en tu país seguro no me dejan hacer eso, allá en Chile sí me obligan a pagar con centavos y todo".

Mi cara de ¿AH? no debe haber bastado porque siguió: "Como sos una chilena de mierda no pagás". Tuve que tragarme la risa porque me pareció de muy mal gusto el comentario, pero infinitamente gracioso que me confundiera con una chilena, e inmediatamente repliqué: "Ehm, disculpe pero¿ de dónde saca usted que yo soy chilena?".

Habría pagado por documentar esa cara con mi cámara!!!!! Y empezó a balbucear que igual, del país que fura, todos eran unos ladrones y nunca pagaban, que por eso este país se había ido al carajo, bla bla bla. Le dejé un billete de Ar$ 5 que a mí no me hacía falta pero, evidentemente a él sí, para comprarse un mapa y aprender dónde está el mundo real: ¡afuera!

Hoy a la mañana, me despierto para enterarme que anoche el portero de mi edificio se tropezó con Sebastián y, después de un breve intercambio de palabras, el sujeto se sorprende al darse cuenta de que él es argentino. En consecuencia, hace la pregunta más brillante de la historia de los porteros: "Y, entonces, ¿qué hacés con una extranjera?"

Es una pena que no me haya preguntado a mi, porque yo habría sido bastante elocuente: soy solidaria, trabajadora, buena compañera, honesta, tengo un sentido del humor universal, cero histérica, poco superficial, con una visión de mundo bastante amplia y...claro, un polvo excepcionalmente bueno!!!


Si en 15 años, no encontró una mujer lo suficientemente buena acá, y ahora quiere casarse con una venezolana por algo será...

Conclusión, esos seres grises y miserables, que no conocen el mundo más allá de su taxi o los pasillos que limpian, esos que odian sacarle la basura a colombianos, dominicanos, senegaleses o venezolanos, o los que mueren de envidia porque nos dejan en la puerta de boliches, bares o restaurantes para luego continuar con sus jornadas de trabajo insatisfactorias, independientemente de la nacionalidad que tengan, jamás van a poder reconocer el esfuerzo, la paciencia y el coraje que implica irse a otro país a empezar desde cero.


La ignorancia, el resentimiento y la miseria, definitivamente,
 no necesitan pasaporte ni respetan fronteras.

jueves, noviembre 17, 2011

Historias domésticas…

Sabemos que en la vida nada es perfecto. Podemos mirar una película y sacar de allí la medida de todo lo que NO ES la vida, porque hasta cuando los protagonistas tienen problemas, lloran 3 minutos y, acto seguido, la resolución de la historia hace que salga el sol, canten los pajaritos y todo pase.

En la vida, sale el sol después de un palo de agua que te arruina los zapatos, te moja la ropa recién lavada y te destiñe el pelo recién saliendo de la peluquería, y en ese momento, mientras el sol se asoma tras las nubes que se alejan, pasa un carro último modelo y te echa toda el agua que estaba empozada en el borde de la calle. Y, entonces, pasan dos pajaritos cantando y uno te caga la blusa blanca que acababas de sacar de la tintorería.

Cuando me mudé estaba segura de que la mitad de mis problemas, básicamente los relacionados con el traslado de ropa y accesorios los fines de semana, estaban resueltos. Creí que al dar ese paso tan serio, tan adulto, estaba avanzando hacia alguna parte…pero no había un cartelito que me advirtiera lo que venía.

Nunca hago mercado completo, yo con comprar lo de la semana, estoy bien. Pero ahora, en mi casa, quería empezar a ser más organizada así que el domingo hice mercado para todo el mes y parece que Murphy se enteró, porque dos días después la nevera se jodió. 6 kilos de carne/pollo/pescado, frutas y verduras, mermeladas, queso fundido, manteca, y una larga lista de cosas que necesitan refrigeración, hoy aguardan ante un futuro incierto.

No obstante, cuando creo que el hombre de la casa puede resolver, su solución es: “Amor tranquila, mañana le doy la llave de la casa a uno de los técnicos del trabajo y él viene rapidito a desarmar la nevera, llevarse el motor y listo”…mi mente se quedó pegada en el “le doy la llave de la casa a uno de los técnicos”.

¿En qué carajo está pensando? Básicamente hay equipos en la casa que cuestan 3 veces más que la fulana nevera-de-segunda-mano, obvio. En mi casa no entra nadie sin que yo esté (o en última instancia, él), así que acto seguido, le dejé muy claro que esa no era una opción.

Él es el hombre de la casa, yo soy el cerebro.

Antes de esto, ya hemos tenido una cantidad de situaciones incómodas que me han obligado a cuestionar la realidad que he construido a su lado estos días. Mi terapeuta me pide que cuide mi comunicación verbal y no verbal, mis amigas me recomiendan paciencia, mi mamá me pide que le baje a la crítica, mi jefa me asegura que es temporal, mi horóscopo me dice “vas por buen camino”…Y yo me vuelvo loca tratando de adivinar cómo avanzar en esta relación que se ha vuelto un Frankestein.

No me malinterpreten, estoy feliz de tener un hombre a mi lado que me ama [a su modo obvio], me respeta y me apoya...Pero la combinación de estas dos personalidades en un apartamento de dos ambientes es bastante explosiva…

Seguiremos informando...

martes, noviembre 08, 2011

Hogar "dulce" hogar.

¡Me mudé!

Después de darle largas al asunto, de asustarme, de traumarme, de luchar contra la idea romántica y contra el pragmatismo, de hacer cuentas, de hablarlo con mi mamá, mis mejores amigas y mi almohada...¡me mudé!

No es que sea un acto tan relevante como para decirlo de ese modo, pero veamos: Tras 7 años de relación "formal" con alguien que ya dejó de ser alguien, las cosas nunca cuajaron (dirían en mi pueblo) así que había renunciado ligeramente a la idea de tener una relación normal que me llevara todos los días al mismo lugar: la casa conjunta.

Entonces, al mes de empezar a salir con el argentino que me volteó la vida, escuché la frase más absurda, escalofriante y graciosa de mi vida: "Di, quiero vivir con vos". De la risa a la histeria en 30 segundos, entendí que el futuro previsible de esa relación sería una mudanza, donde tocaría negociar el clóset - placard, el lado de la cama y la distribución de los víveres en los estantes. Nada que sorprenda a cualquier mujer con vida doméstica.

Pero YO, Diana Silva Franco, no soy una mujer con vida doméstica...o debo decir, era, porque ahora soy otra persona: La que se levanta a las 7 am para fregar, recoger, tender la cama y separar la ropa sucia, antes de vestirse y salir a trabajar, la que programa el café en la noche para que esté recién hecho antes de que Sebas vaya a su oficina, la que deja las uñas restregando el trapito de la cocina para que no deje olores raros...

¡¡¡Soy ama de casa y nadie me avisó!!! 

Lo peor, o lo más curioso, es que nadie me entrenó formalmente para esto, sino que se me han ido saliendo los "Mercedismos" a medida que pasan los días, en un momento no sabía cocinar, ahora le meto hasta al risotto y el strogonoff, no limpiaba, ahora dejo reluciente el baño, desordenaba hasta la mesa del comedor, ahora mi casa es la propia salita de monjas... Soy mi peor pesadilla.

Eso sí, aunque parezca que entro en pánico, la verdad es que es divertido notar mis cambios con la ayuda de otros. Ayer una de mis amigas me ve caminando con una enorme caja que contenía dos potes de basura cromados (hermosos) y me dice: te veo contenta con esa cajota. Entonces me di cuenta de que cambié mi alegría post compra de zapatos caros, por la alegría de comprar cosas lindas para mi casa.

Aún no sé si soy una adulta haciéndose cargo o una niña grande jugando a tener su casita, pero de cualquier modo, 
estoy segura de que lo voy a hacer bien.

Con Sebastián, estamos tratando de que cada día que pasamos en nuestra casa sea armónico, pacífico y positivo, a pesar de que los ajustes del comienzo atenten contra ese propósito. Si alguien tiene sugerencias, consejos, ideas y/o advertencias, por Dios, díganmelas, porque lo que soy yo ¡¡¡estoy como pajarito en grama nueva!!!