Hoy vivo mi pre-cumpleaños, animada por palabras de otros, por planes de otros, por alegrías de otros.
Mientras ellos esperan el día, yo cuestiono todo, mi vida, mis amigos, mi manera de manejar los problemas, mis dudas, mis emociones... Siento que cometo más errores de los que debería y peleo contra el miedo que me produce equivocarme de nuevo... Tropiezo de frente con esos planes que hice, pospuse y, finalmente, olvidé en el camino... Lucho contra mi propia inmadurez y luego acepto que no quiero renunciar a ella, porque a veces es mi único refugio ante la rigidez de los "adultos maduros, responsables y perfectos".
Me doy permiso de soñar, de extrañar, de creer, de sentir nostalgia y expectación, de llorar de alegría o de tristeza, de contradecirme una y otra vez hasta confundir a quienes me rodean.
Mi mamá a los 26 se hizo cargo de una familia, de una carrera, de una pequeña vida... Yo hoy a duras penas puedo cuidarme y aún no sé lo que quiero, perdí mi brújula al ponerla en las manos equivocadas, al creer que yo no sabía manejarla.
El futuro no termina de llegar y el pasado parece demasiado cercano... Yo en el medio, atropellada por un presente veloz, lleno de gente, de ruido, de risas e historias compartidas, de preguntas, de razones que se esconden tras una mirada, de besos que rompen el silencio.
Soy la misma Diana de siempre, la
que cambia cada vez que su corazón
y su mente hacen cortocircuito.