Soy Tauro. No lo digo yo, lo dice un astrólogo-psicólogo-psicoanalista que ayer se dio a la tarea de armar mi carta astral y explicármela como si fuera lo más simple del mundo. Evidentemente el caballero no tuvo noción de la dimensión que tomó esa información que me soltó, casual, relajado, serio, desde su silla de astrólogo-psicólogo-psicoanalista.
Yo, en mi silla de "paciente", casi caigo al piso, aunque mi esfuerzo por mantenerme inmóvil pudo más...
y eso develó uno de mis primero rasgos taurinos.
Luego vino la descripción de la fortaleza y la terquedad, acompañada de breves comentarios sobre el placer que experimento con la buena comida, la buena bebida, la buena música y la buena vida en general, un placer que trasciende lo común, que se manifiesta en cómo percibe un "taurino" las cosas.
Bueno, soy Tauro, nací como 4 horas antes de que se activara el cuadrante de Géminis o lo que sea y yo, en mi necesidad de sobresalir, asumí ese signo del zodiaco por lo complejo que parecía y las fuertes controversias que despertaba. He vivido la vida del signo equivocado, vi en mí características [polémicas de verdad] que no me pertenecían y, lo que es peor, escogí trabajos y parejas evaluando la [in]conveniencia zodiacal. Eso explica por qué hasta ahora he acumulado muchos kilómetros y me detengo en escalas, pero no he encontrado "el destino".
A los 32 años, me toca redescubrir mi vida (eso le encantaría a mi gurú, que siempre habla de re-inventar, re-descubrir, re-crear...) como una mujer taurina, con sus terquedades, sus necesidades de silencio y naturaleza [ay Dios, ¿¡cuáles cambures?!], sus acciones pacientes y medidas y, por supuesto, su deleite en la buena vida, que se me da bien independientemente del signo que sea.
Tauro...¿quién eres, qué haces, cuál es tu propósito,
dónde eres más feliz?
Tengo que conocerte, para conocerme. Tengo que entenderte, para entenderme. Tengo que amarte, para amarme. Quizás mi tendencia a la crítica destructiva contra mí misma, viene dada por la necesidad de ser perfecta y como geminiana nunca lo fui. Ahora puedo empezar todo el proceso, a mi ritmo taurino, y darme permiso de practicar lo que vaya encontrando, soltar el perfeccionismo y quedarme con el juego de volver a construir un YO, diferente.