En un auditorio lleno de gente que no tiene idea de por qué los han juntado allí, puede pasar cualquier cosa: tensión, malas caras, bostezos, risas nerviosas...Habrá quien atine a decir que nos han reunido por una mala noticia y quien replique que no se habría invertido TANTO dinero para algo como eso.
La expectativa se alimenta del silencio, del no-saber.
Minutos después, en la pantalla, se proyecta una imagen que conozco, que vi por primera vez en el año 1994, en un betamax que me prestó mi papá: Fuerza Aérea Uruguaya dice el pedacito de avión que reposa en la nieve...en la cordillera. Sí, una mezcla de documental y fragmentos de "Alive!"se proyecta en esa pantalla gigante, pero aún no entendemos a dónde nos lleva esa historia. La sé de memoria, pero no entiendo el contexto en el que ahora me la relatan.
Yo venía a una reunión, por eso, me confunde estar viendo este mix de imágenes que, insisto, ya me sé de memoria!!!! ¿Qué viene ahora? ¿Nos van a decir que vamos en picada? Me ataca el pesimismo, hasta que una voz lo anuncia, la gente empieza a aplaudir y yo me congelo: el Dr. Roberto Canessa, el mismísimo Canessa que cruzó la cordillera para salvarse y salvar a 14 de sus amigos, estaba acercándose, micrófono en mano.
Se detiene y comienza a contar la historia, que de pronto ya no me sé de memoria, que no tiene nada que ver con Ethan Hawke sino con Nando Parrado (el de verdad, pues) ni con Jhon Newton sino con Tin Tín, tampoco con Josh Hamilton, sino con él mismo, ese que ahora me mira a la cara, ese que cuenta la tragedia con anécdotas que hacen a todos soltar la carcajada, olvidados por un momento de que el escenario es la cordillera, el pedacito de avión, el radio en el que se inventaron baño, cementerio, área de generación de agua y recreación...
Él estuvo ahí, así que ¡tiene derecho a reírse
de las cosas que ahí pasaban!
Cuando levanto la mano para preguntarle si sintió que la película, los documentales y libros sobre el tema han respectado lo que realmente pasó, tiemblo de emoción, de nervios, de humildad...Me escucha, sonríe, me contesta mirándome de nuevo a la cara...Tomo valor para hacerle otra pregunta, sobre ese espacio entre la entrega total a Dios o la autosuficiencia, se ríe esta vez, me cuenta que le pedía a Dios que, si había una roca muy empinada, le regalara un espacio para meter las manos y seguir. "Dios y hombre".
Se despide, lo sigo, me da la mano y tartamudeo...me abraza y, al mirarlo yo a los ojos, veo la paz de alguien que trascendió los miedos, los prejuicios y las banalidades, un tipo que está más vivo que todos nosotros, un tipo que se ríe porque sabe que la hora llega, pero no se anuncia, así que en vez de sentarse a esperarla, hay que ganarle otro minuto, otra hora, otro día.
El Dr. Roberto Canessa sabe que lo admiro, sabe que esas preguntas ("Muy buenas sus preguntas, me gustaron mucho", dijo) tenían 20 años guardadas, esperando tener a quién hacérselas - no es Ethan Hawke ni Josh Hamilton, pero ellos no habrían podido contestármelas - y sabe que es uno de los pocos seres humanos que me han dejado sin palabras...