jueves, abril 17, 2014

Sacando la basura y limpiando la casa.


Como hacemos todos los días - o al menos 3 veces por semana - hoy agarré todas esas historias del pasado que me han hecho algún tipo de daño y las tiré a la basura, sin lágrimas ni de tristeza ni de felicidad, pero con una amplia sonrisa que expresa mi agradecimiento. He acumulado mucha mugre en los últimos veinte años y tocó hacer limpieza general, con especial énfasis en el área emocional.

Sí, saqué varias bolsas llenas de instantes en los que 
entregué mi felicidad a manos ajenas.

Creo que todos sabemos a qué me refiero: la aprobación de mami y papi, la presión de ser buen ejemplo para los hermanos menores, el orgullo de la familia, la simpatía de los profesores, tener muchos amigos, tener pocos amigos reales, el respeto del jefe, la admiración de los colegas, ser "la novia"...Bla, bla, bla. Si realmente necesitáramos de todo esto para vivir, nos preocuparía mucho menos la contaminación del aire y el agua.

Para ser quienes somos lo único que necesitamos es conocernos y permitirnos actuar desde lo que sentimos. Conocernos antes de actuar nos da coherencia y conciencia de que somos causa y efecto a la vez. Actuar desde lo que sentimos, y no desde lo que pensamos, facilita el camino que transitamos y nos ayuda a reconocer y respetar al otro, en su propio camino, haciendo su proceso tal como nosotros llevamos a cabo el nuestro.

Cada vez que le permitimos a otros definirnos, le entregamos el poder de elevarnos o destruirnos en segundos, de moldearnos con características que no son nuestras, o quizás sí pero deberíamos saberlo nosotros, no ellos, no los otros. Pero, lo que es peor, lo hacemos responsable de lo que nos pasa, de cómo nos sentimos, de las decisiones que tomamos.

Llámalo Dios, Mamá, Director-de-Información, Vecino-de-mierda, Presidente-de-la-Nación. Todos van a tener "la culpa" de algo en nuestras vidas cuando, en realidad, cada quien está viviendo su personal e intransferible proceso.

He elegido dejar ir las opiniones ajenas, las críticas, las imposiciones y los consejos-no-solicitados. También dejo atrás los momentos en que esas palabras y actitudes hicieron efecto en mí, haciendo caso de ellas, me convertí en alguien que no me gustó ser: lastimé, critiqué, empujé, menosprecié y llegué incluso a odiar a algunos. Lo lamento.

A partir de hoy pretendo ser responsable de mi vaina (asunto, tema, peo o como quieran llamarle) y dedicarme a hacer sólo aquello que se condice con lo que siento, a respetar los procesos ajenos y transitar el mío acompañada de quienes puedan entenderlo. No espero a nadie ni exijo nada, no obligo a venir pero tampoco voy a ir si no quiero. Sé que dejo afuera muchas cosas y mucha gente pero si se quedan afuera, es porque ya mi experiencia con ustedes ha terminado y debo hacer espacio para las historias nuevas.

Llegó el momento de despedir a los que hasta ahora manejaron mi vida y tomar el volante, aunque todavía me preocupe ir en subida, con sincrónico.



PD: Esto no implica que ha cambiado mi baja tolerancia a la estupidez o que ya no me den asco las cucarachas, no soy la nueva Dalai Lama. Tampoco implica que deban dejar de decirme cosas lindas, sé valorarlas ¡aunque ya no me importe de quién vengan!

2 comentarios:

Myself dijo...

a veces lo que pasa, es lo mejor.

Anónimo dijo...

Conozco el concepto limpieza general, en casa dos veces al año. En mi vida aprendi a agradecer, valorar lo aprendido, reconocer y corregir errores y dejar ir las experiencias, personas, lugares con alegría, libre y sin apegos.Camino hacia el cierre de mi vida ligera de equipaje.