Después de lo que sentí como mil días, hoy por fin estoy encaminada al lugar que acoge mi Everest personal. Lo soñé, lo deseé, lo imaginé, pero en menos de 24 horas mi propia entereza será puesta a prueba cuando empiece a caminar sobre el Glaciar Perito Moreno.
Lejos de casa, de todo lo conocido, tengo a los autobuses como un entorno ligeramente familiar, son muy parecidos a los de Venezuela, aunque dentro lleven un mundo de culturas diversas, expresándose cada una en su propio idioma. Casi todos van acompañados, menos yo, que decidí emprender este viaje por mi cuenta.
Han sido 25 días de pocas reflexiones, muchas sorpresas, alegrías y susto, de sueños cumplidos y una permanente sensación de logro: Estoy orgullosa de mí.
Hace dos días, cuando hice mi bautismo de buceo, uno de los buzos avanzados que me acompañaba en el bote, dijo que yo era valiente y aventurera. Fue la primera vez que me sentí así, y ahora no dejo de verme de ese modo, es el espíritu de aventura lo que me trajo a más de 10000 kilómetros de distancia de casa.
Aún no estoy segura de qué busco, fuera o dentro de mí, pero me siento feliz de estar aquí, de haber visto un cielo despejado con tantas estrellas que parecía de día, de haber bajado al fondo del mar a mirar el costado de un barco hundido, de haber jugado con pingüinos y ballenas, con ovejas y guanacos.
En 25 días he vivido más que en los últimos 10 años, he conocido gente y lugares que antes sólo miraba en tv y en mapas, me he reído en distintos idiomas, he comido y tomado de lo que se me ofrece, aprendiendo así que lo conocido no siempre es lo que más tiene que gustarnos, siempre, siempre puede haber algo más ajustado a lo que somos y queremos.
Curiosamente no he tenido mucho tiempo sola, así que esas reflexiones profundas “cambia-vida” han tardado en aparecer… Quizá ahora, tan cerca del fin del mundo, por fin encuentre mi propio comienzo.
1 comentario:
Mamá orgullosa aplaude de pié por ti.
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